meta name='verify-v1' content='pwiMUB28RJ4hiCr1EXENhHkHqJz4luG0BcIKSmW7UJk=' /> penelope en el paraiso: septiembre 2009

sábado, 19 de septiembre de 2009

SI EXISTE ESE LUGAR...

(Para leer con música...si quieres)

Si existe un lugar donde el alma se sienta tranquila
donde la voz de un amigo acompañe siempre
donde la luz no ciegue, solo acaricie
y el sol salga siempre al final de la tormenta,
un lugar donde la soledad no pese
donde los días sean míos…y tuyos…
nuestros...
Donde los abrazos no cuesten lágrimas
y haya espacio para respirar
para amar sin miedo
para ser imperfecto
para ser libre…
Un lugar donde las culpas no ahoguen
y siempre haya una playa donde ir
y sentirse en casa…
Un lugar donde me mires de verdad
y no te asustes cuando me conozcas
y me perdones
y me quieras
y me acojas en tus brazos
sin más deseo
que el de tenerme
a pesar de mí, a pesar de todo...

Allí nos encontraremos…

martes, 15 de septiembre de 2009

CUANDO LLORAR SE HACE ARTE

Cuando la poesía es leída (regalada) como Darío Grandinetti lo hace (y no muchos, siquiera grandes actores, son capaces de ponerles voz así) entonces sobrepasa la frontera misma de la poesía, haciendola, si es que eso es posible, más grande. Poner voz a la poesía es como cerrar un círculo. No es necesario, pero qué gozo!

El poeta es Oliverio Girondo.






Menos mal que ahora mismo no tengo ganas de llorar, porque si no, tal vez, me moriría de placer...y de lágrimas.

Fotogramas de la película "El lado oscuro del corazón", de Eliseo Zubiela.

EL SUEÑO MAS DULCE




Doris Lessing nos introduce en el ambiente la Gran Bretaña de los 60, del movimiento político-cultural que agitaba medio mundo, o el mundo entero, en esa época. La marihuana, la idea de libertad, al antifascismo por bandera, la incipiente revolución sexual, el comienzo del feminismo, la demonización de todo lo que oliera a burgués y la románticas ideas de unos jóvenes que se posicionaban en contra de todos los valores establecidos hasta entonces por sus padres, sus abuelos y el status quo imperante.

Lo hace sin restricciones mentales, sin recelo, sin acritud, con sinceridad, con ternura incluso, como testigo de una época que se agotó asímisma en las incongruencias, en las falsas expectativas, en las mismas ambiciones y deseos de poder que estos mismos jóvenes habían criticado a gritos en manifestaciones, en reuniones, en mitines llenos de energía y de esperanza y que años después ocuparían los mismos cargos burgueses e imperialistas que habían criticado.
Olía a revolución. Vestían para la revolución. Soñaban con la revolución que cambiaría el mundo.





La novela abarca un periodo largo, quizá 30 o 40 años. Los jóvenes que viven en la casa de Frances (a costa de Frances), sus hijos y los amigos de sus hijos, no quieren trabajar, ni estudiar, ni se ganan un sueldo para comer. Se marchan de las casas de sus padres y ocupan, literalmente, la de Frances. Hablan del futuro, se reúnen, hacen mitines, fuman, y levantan el puño en alto ensalzando una romántica idea del comunismo. Son jóvenes a los que les frecuentemente les gusta robar, porque así creen minar los cimientos del capitalismo. El insulto más reiterado en esa época es “fascista”, o “reaccionario".

Me resulta significativo lo que describe Julia, la madre anciana (reaccionaria, conservadora y burguesa de nacimiento, que había vivido y sufrido las dos guerras mundiales) del famoso y asertivo Jonnhy Lennox, un vudú, un líder nato de aquella época, un defensor a muerte del comunismo, cuando va a escucharle a un mitin lleno de jóvenes contra la guerra del Vietnam: “Allí arriba se encontraba Johnny, y Geoffrey, cuyo rostro limpio y compuesto conocía muy bien, si bien ahora llevaba una cabellera de vikingo, estaba de pie con las piernas abiertas, lanzando puñetazos al aire con la mano derecha, como si apuñalara a alguien, y asentía con sonrisas a lo que decía Johnny, que era una nueva versión de lo que Julia había oído tantas veces: el imperialismo americano…, rugidos de aprobación; el complejo industrial militar…, gruñidos y abucheos, siervos, chacales, explotadores, vendidos, fascistas. Apenas se distinguía una palabra, porque las ovaciones eran atronadoras….Sobre la plataforma había un montón de gente. Todas las caras estaban radiantes, llenas de presunción, suficiencia y triunfalismo. Qué bien conocía aquellos gestos, y cuánto la asustaban. Se pavoneaban en lo alto del escenario, iluminados por potentes focos, desgranando frases que ella invariablemente adivinaba antes de que salieran de sus bocas. Y el público componía una unidad, un todo, una masa capaz de matar o provocar disturbios, y ardía…Sí, de odio”.

No es una novela que ensalce ni critique la revolución política que se produjo en esa época ni los comportamientos de los protagonistas que la blandieron. Simplemente habla, cuenta, desgrana las fisuras, las contradicciones, los logros y y los desaciertos de unos años que marcaron época.





Los años del Gran Sueño que la izquierda forjara un día.



Del sueño más dulce.

domingo, 13 de septiembre de 2009

UN LUGAR EN EL MUNDO

Este es el spot de Estrella damn que todos habreis visto (reducido) en la tele. Es Formentera. Sí. La isla mágica. Mi isla.
Mucha gente la desconoce, o simplemente, nunca la tiene en el pensamiento. Me preguntan: "qué tal te ha ido entonces por las Canarias? No, no me fui a Fuerteventura. Me fui a a Formentera como te dije...".



La descubrí hace 3 años y desde entonces se grabó a fuego en mi corazón, a base de noches límpidas y estrelladas, sabinas centenarias, silencios mágicos, calas sobrecogedoras y las puestas de sol...esas puestas de sol...casi místicas.



Si hay un lugar en el mundo para cada persona, este, puede que sea el mío.



Fantaseo frecuentemente con irme a vivir allí, encerrarme (abrirme) a su misterio, su magia, su energía liberadora.

Formentera no es para todo el mundo.
Hay quién no encontrará allí más que una tranquilidad pasmosa, muchas lagartijas y un paisaje algo árido, lejos de la frondosidad de otras islas.

Hay quien no podrá recibir su regalo.
Hay quien ya no podrá olvidarla.

El spot está muy bien, siempre que uno no piense que cuando llegue se encontrará inevitablemente con dos modelos impresionantes dispuestas(os) a adoptarte por unos días y con las(los) que podrás tener una aventura bohemia y pasajera.

Por poder, se puede. Allí casi todo el mundo está abierto a la magia: se contagia de forma inevitable.


Pero el cine es el cine. Y la vida real, otra cosa.





No obstante, no es imprescindible estar tan bien acompañado.

La isla es, por ella misma, la mejor de las aventuras. Si me lo permitís,y si uno se lo permite,diría que hasta un viaje iniciático...






Fotos: cortesía de Carma, una amiga que conocí en mi viaje a Formentera en el 2008.

domingo, 6 de septiembre de 2009

ARENAS DE SOLEDAD



Esta canción siempre me ha puesto los pelos de punta. La escena de la separación de la pareja cuando ella se va de Cuba en un barcucho es demasiado para mí.

El tema y las escenas son de la película "Habana Blues".

Arenas de Soledad.
Las playas del mundo están llenas de esa arena.

Que disfruten del tema.

"Habana Blues", la pelicula.

miércoles, 2 de septiembre de 2009

OH, CIELOS, TENGO LA NEVERA VACÍA!!


Me gusta convertir las cosas que hago en un placer. Al menos, lo intento. Con las que de por sí son placenteras, no es ningún mérito. Pero con las que se suponen tediosas, o insignificantes, cuando al realizarlas disfruto, es todo un logro.

Pero hay una que no hay forma de lograr que sea un placer, ni tan siquiera pequeñito:


HACER "LA COMPRA".


(Entiendase la compra habitual necesaria para la vida: tomates, huevos, leche...etc,etc...)


Los supermercados me resultan sitios deprimentes con luces más bien asépticas, donde se está porque hay que estar porque si no, te mueres de hambre, pero que, si pudiera,no pisaría ni por todo el oro del mundo. Supongo que me quejo de vicio: hace años había que criar durante meses al cerdo y luego matarlo, si querias comer. Y era todo un acontecimiento social. Y mucho antes, al mamut. (Bueno, a ese no había que criarlo, solo ir a buscarlo, lo que suponía meses de preparativos para los cazadores y la vuelta con la presa era la mayor fiesta de la tribu). Antes se criaban gallinas, y se recogían los huevos cada día, y cada huevo era un pequeño tesoro. Las huertas se cuidaban con esmero y con cariño, y comer las judías que plantaste en el otoño sabía a gloria. Había que hacer el pan uno mismo, y los cocidos en la olla de barro duraban horas, y la casa olia a gloria.


Ahora lo tenemos todo a mano. Absolutamente todo lo que queramos.


El cerdo, envasado al vacío. Los huevos por centenares, de gallinas amontonadas y casi asfixiadas desde que nacen hasta que mueren. El cocido, enlatado; las frutas, formas insulsas criadas en invernaderos.


Obviamente nuestra vida, ahora, es más fácil. Además, para los que no tenemos tiempo de hacer cocidos "de los de verdad", la vida se nos ha simplificado.


Pero se ha perdido la esencia. El proceso. El disfrute.
Ir a comprar se me ha convertido en una tortura que intento hacer lo más rápidamente posible porque, realmente, disfruto más bien poquito. Y me da rabia, porque es una de las partes más importantes, necesarias, y omnipresentes de nuestra vida.


Como dice el gran José Mota: "las gallinas que entran, por las que salen".

O "lo uno por lo otro"

O bien: Es el precio que se paga por los adelantos sociales y tecnológicos. Que hay niños que no saben que la leche sale de una vaca, y no necesariamente de un tetra-brik.


En una de estas me uno a una comunidad hippie y me pongo a criar gallinas y a plantar mis propios espárragos.


En una de estas.



martes, 1 de septiembre de 2009

UNA HABITACION DE HOSPITAL


La oscuridad me arropaba como una madre, y aunque la habitación era desoladora (una vieja cama de hospital maltrecha por los años, dos toallas limpias a sus pies, un aparador triste lleno de papeles emborrononados y algún bolígrafo olvidado ya sin tinta, una lámpara de aluminio rota reparada con esparadrapo, paredes descorchadas y una rejilla justo encima del espinazo por donde salía una aire helador), tuve todavía un rato para acurrucarme entre las sábanas y taparme con 3 viejas mantas de lana que llevaban bordado el logotipo del hospital. Eran las 4 de la mañana. Desde fuera llegaban los sonidos de las enfermeras que transitaban por el pasillo, las alarmas de los monitores y ruidos inconexos varios que no lograba identificar. En la paz relativa de ese mi agujero personal por esa noche, logré relajarme por fin unos momentos, aflojar los músculos, cerrar los ojos y dejarme llevar.

Y de pronto sentí.
Súbitamente.

Unas inmensas ganas de llorar, una soledad abrumadora, emociones retenidas, la sensación de no saber hacia dónde iba mi vida o de dónde quería que fuera.
Lloré como hacía tiempo que no lo hacía, a borbotones, rezando para que la enfermera no llamara a mi puerta en ese momento para interrumpir ese estado sagrado en el que el hombre conecta a veces consigo mismo, en el que se le permite flaquear y dejar la rigidez a un lado, en el que afloran a la conciencia, y a los ojos emociones bien guardadas durante el día cuando las fuerzas te mantienen alerta y en lucha.
No sé muy bien por qué lloré. Pero sé que me hizo mucho bien.
Creo que me quedé dormida después.

Hasta que sonó la puerta y me levanté desorientada. “Clara ha vomitado 2 veces, le pongo un zofrán?”. “Sí, pónselo”. “Eduardo sigue nervioso a pesar del haloperidol, te lo digo por si su enfermera viene luego” “De acuerdo, si no se calma, que me llame. Alguna otra cosa?”. “No, todo está bastante tranquilo”. “Gracias”.

Acto seguido fui al baño y al encender la luz me vi en el espejo. Menudo susto.
Llevaba el rímel corrido, unas ojeras hasta Cuenca, y el pelo revuelto. “Si no se ha infartado al verme, es que es de piedra”.

Me volví a la cama y me quedé profundamente dormida.

Había que reponer fuerzas.
Que a las 9 era el pase de guardia.

Y 20 pacientes críticos que contar.