meta name='verify-v1' content='pwiMUB28RJ4hiCr1EXENhHkHqJz4luG0BcIKSmW7UJk=' /> penelope en el paraiso: AQUELLOS AÑOS...

viernes, 19 de diciembre de 2008

AQUELLOS AÑOS...


Algo ha cambiado desde que llegué aquí...Algo tan imperceptible como real... quizá sea yo y los 11 años transcurridos desde que aterricé en Madrid, con mis maletas llenas de hambre de felicidad e ingenuidad veinteañera, a partes iguales. ¿Dónde se quedaron aquellos días, en los que todo era posible, dónde salvábamos el mundo con una canción y un poema, y el tiempo no importaba nada? Un chico sentado en una terraza...un libro en su mano...una mirada...una historia en mi cabeza...y empieza el milagro. Madrid era el cobijo de mis fantasías de juventud, el lugar donde todo podía pasar, donde los reyes se daban la mano con los mendigos y la vida era contada a ritmo de chato y poesía hasta el amanecer, donde recitar a los clásicos nunca fue un snobismo sino algo tan natural como el respirar, donde un paseo por el Madrid que relató Galdós podía curar una tarde melancólica, y hasta una pena de amores...Lugar de encuentro de insomnes y artistas, de poetas y contadores de historias, de vividores y soñadores...cuando antes, soñar, o vivir...no costaba tan caro....Es el 2000...Un chico canta en el metro, es de papás bien, pero decide coger su flauta travesera y dejarse llevar por su impulso, no sabe qué quiere, ni donde lo quiere, pero lo está descubriendo así, al modo “Madrid”, al modo de las cosas locas, extravagantes y bohemias.
Ahora en el metro está un hombre que toca un bolero triste con su caja de música eléctrica...y ya nadie se para a escucharle. Es su trabajo, no una aventura. Son cinco hijos y un camastro duro cuando vuelva a casa.
Ahora no queda tiempo para soñar. Te empujan por la calle. Te empujan en los bares. Te empujan en el en el trabajo. Intercambiar dos palabras sinceras con alguien se ha convertido en el pequeño milagro del día. Han cambiado las calles el sonido a emoción y sueños por realizar, y ahora suenan a bachata, a ruido de cloaca y a claxon impaciente. La soledad aumenta con la misma rapidez que el número de personas que puebla esta ciudad. Madrid ya no es el Madrid que yo amé. La aventura ahora ya no es soñar, es sobrevivir. Me he dado cuenta, de que vivo en una jungla. ¿¿Es Madrid quién me ha dejado o soy yo, que por fin, he abierto los ojos??

A veces sigo buscando lo que quería encontrar cuando llegué aquí. Pero solo lo encuentro a duras penas. O quizá me lo imagino.
Para no reconocer que ha cambiado. Que he cambiado.

Para no marcharme...todavía.


6 comentarios:

Turulato dijo...

Tranquila. Es "Ley de Vida". Tus opiniones de hoy podrían ser las mías, cuando llegué a Madrid en 1972 y añoré mi Madrid de 1966.

Porque lo que nos afecta no es la realidad de las cosas, sino la de nuestras experiencias. En busca del tiempo perdido...

No. Negruras hay siempre; y también belleza. La cuestión es que nos resulta a cada uno más fácil encontrar. Y, sobre todo, en que ponemos nuestro valor.
He dicho valor. Trabajo, esfuerzo, interés, no. Valor. Decisión. Riesgo. Caminar hacia lo desconocido...

Silvia dijo...

Para mí, que los dos necesitáis reencontraros con Madrid. O con vosotros mismos, para encontraros con Madrid.
Madrid es como lo describes ahora, pero también el de los cafés tranquilos mirando a las Vistillas o en el café Gijón, el de pasear de noche con calma y con tus pensamientos como única compañía, el de la anciana que toca un organillo cerca de Sol o el de la plaza Mayor llena de música clásica por un cuarteto de cuerda y de estatuas vivientes. Hay tantos Madrid como miradas tengas. Sólo tienes que encontrar la lente que más se ajuste a lo que deseas.
Con sus negruras y todo, cada día acepto más a este Madrid lleno de contradicciones (¿Me estaré aceptando a mí misma?) y nos vamos queriendo un poquito más.
Ah, eso sí, no olvides también la lente de "atención a las zanjas" para no dejarse los piños por ahí.
Un beso

Nuareg dijo...

Para los que siempre hemos estado aquí, siempre ha sido muy estimulante recibir a la gente que venía de fuera. El crisol tiene que seguir y el espectáculo debe continuar.

Como dice Turulato, la belleza siempre existe, y somos nosotros los que cambiamos.

Como dice Silvia, Madrid es el Madrid del cogollo, con algunas hojas periféricas que decoran el conjunto.

No puedo ser objetivo hablando de Madrid, porque me encanta todo, aunque también me encanta irme de aquí. Pero el caso es que volver a Madrid después de un viaje maravilloso es lo mejor que puede haber en este mundo.

Besos, nos vemos, si quieres en Zahara.

Lunarroja dijo...

Todos seguimos buscando.
Es señal de que estamos vivos.
No queda otra.

Anónimo dijo...

Madrid era la ciudad de todos.Yo desde adolescente iba siempre diez o quince días, daba igual a qué, podía y quería. Ahora puedo y no quiero. Ahora Madrid que no es la ciudad de nadie.

Claro, que oigo eso desde hace más de ocho o diez años...

A.M. Valero Lite dijo...

Sí, como Silvia dice bien, tal vez se trate de reencontrarse...con madrid...o con uno mismo...o quizá haya llegado el momento de plantearse muchas cosas...no sé. Como siempre, el tiempo lo dirá. Es un gran sabio del que además, no se puede escapar.