No ha hecho falta que viaje a lo más profundo del Vietcong para saber lo que se siente estando en la jungla. Hoy casi me rompo la crisma al tropezar con la maraña de obstáculos que se me interponían al intentar llegar a mi paciente. Tratar de enfrentarse a cables, cablecitos, tubos varios, alargaderas, aparatos infames y demás objetos que parecen estar puestos ahí para dificultarnos el paso como si de armas demoníacas se trataran es todo un arte que uno ha de tratar de ir refinando con los años.
Hacerse invisible, aprender a retorcerse, a reptar, a doblarse, para pasar sin torcerse el cuello o hacerse un esguince por la enmarañada muralla de esos enemigos omnipresentes, y más cuando hay urgencia, es una asignatura pendiente de la actual “aparatología” moderna en la que la transmisión de datos depende de cables y más cables.
No por nada los anestesiólogos hemos bautizado a este estrés que nos producen los cables como “el síndrome del spaghetti”.
Espero que dentro de unos años, estas imágenes de quirófanos llenos de lianas desaparezcan como lo hicieron los grandes dinosaurios, y las transmisiones de datos del estado de los pacientes se realicen por otros medios, digamos, virtuales: ondas electromagnéticas, archivos bluetooth, o transmisiones via satélite. Todo menos esta tortura endemoniada que nos cuesta más de un juramento diario en la poco relajada de por sí práctica diaria de nuestras profesiones.
Si hay alguna mente brillante por ahí que tenga alguna solución al respecto....por dios, que exponga su proyecto al mundo. Se ofrece candidatura a los premios Nobel...
Hace 2 días
4 comentarios:
:-)
Celebro que estés en el paraiso, Penélope
Saludos
En el paraíso sólo se está a ratitos, ya sabes. El resto del tiempo, es la vida real. Que tampoco es moco de pavo...
Saludos.
Mi querida marciana verde de mirada bien expresiva:
¡Laaa leeeche, lo que uno se pierde cuando no ve lo que hay tras la máscara...!.
Pues si; un calor terrible. Quizá el problema radique en que los chamanes que duermen a la gente trabajan en lo profundo de las cuevas, como bien se ve en Santillana del Mar (es que soy santanderino y la tierruca..).
Y en las catacumbas hace frío; ausencia de sol y eso.
No como en uno de mis primeros quirófanos, en Jaca, que estaba en el primer piso y tenía muchas ventanas. Infecciones hospitalarias, cero; aunque eso si, había varios matamoscas..
En cuanto al jolgorio de los cables, dice por aquí -en el C.P.S.- algún profesor malévolo que cuando se diseña un sistema de bioingeniería, que tenga que utilizar un médico, hay que poner botones gordos y muchas conexiones, que si no...
Jajajajajajjaa!! Quiere usted decir que los matasanos somos un poqo zarpas con los aparatitos?? Pues creo que tiene razón!!
Y también en cuanto a lo de las cuevas, catacumbas, criptas e inframundos diría yo.
Pero no se crea, cuando una le coge el gustillo, hasta llegan a no parecerle tan fríos. Y hasta a echarlos de menos cuando no estás en ellos un tiempo.
Al fin y al cabo, siempre estará el sol ahí afuera.
Para todos.
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