(Hace ahora casi tres años...)
"Era un día lluvioso, de esos de cielo encapotado y ambiente gris. De los que encogen el ánimo y aprietan el alma.
Pero había una cosa que me animaba: ese era el día en que iba a conocer a mi nuevo compañero de piso. Me habían hablado muy bien de él. Estaba buscando una vivienda para compartir. Parecía ser muy atractivo. De pelo negro y preciosos ojos verdes, grandes y expresivos. Era un buen tipo, tranquilo de ánimo, aunque algo rebelde.
Nadie sabía de su vida exactamente, era muy reservado.
Decidí que quería conocerlo. Tendría un espacio en mi casa para él. Tal vez su presencia, animara un poco la soledad de mi espacio vital. Saber que habría alguien más en mi pequeño reino, cuando llegara a casa, aliviaría un poco la crudeza de mi consciente y elegida independencia.
Así que fui a su encuentro. Una conocida común nos presentó. Nos caímos bien desde el primer momento. Le sentí cómodo conmigo. Yo estaba rebosante de emoción, y pensé: “esto puede funcionar”.
Nos fuimos juntos a mi casa. No tardó mucho en adaptarse. Ni yo, tampoco! Con decirles que a la segunda noche ya le permití meterse en mi cama! Digamos, que fui un poco inconsciente... pero ahora no me arrepiento de nada.
Desde entonces no nos hemos separado. Nos queremos mucho, y nos entendemos a la perfección. Sólo con mirarnos ya sabemos lo que nos vamos a decir. A veces me enfado con él, pero se me pasa pronto. No puedo resistirme a su mirada y a sus encantos, que no son pocos.
Y creo que él...es feliz conmigo.
Ojala dure mucho, mucho tiempo..
Y es que adoptar un gatito fue, sin duda, una de las mejores decisiones que tomé en mi vida...
Después vino ella. Pero eso...eso es otra historia."
Hace 3 horas
1 comentario:
O sea; a ver si lo entiendo. El perdulario del gato se lió con una gata cualquiera..
¡Si es que son unas lagartas!.
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